I. Los demonios de cada quien…
- ¿Y bien?
- ¿Y bien qué?
- ¿Qué opinas?
- ¿Realmente
quieres saberlo?
- ¿Porqué te lo
preguntaría si no?
- Está bien, te diré lo que pienso -dijo
el hombre de camisa negra antes de tomar otro sorbo
de café y luego continuó- , la verdad
pienso que es una tontería.
- ¿Porqué? -contestó
atónito su interlocutor mientras se acomodaba las gafas.
-
Es muy simple en realidad, en los
momentos que describes es cuando la mayoría ora, busca lo divino.
- ¿Y eso que tiene
de malo?
- Que son
precisamente los momentos para ser más humanos.
- ¿A qué te
refieres?
- ¡Vaya que eres
lento! -exclamó con un marcado tono de frustración y empinó nuevamente su tasa- ¿Cómo es que no has entendido? A veces me
pregunto si realmente somos hermanos.
- Es difícil de
creer que lo dudes; sobre todo siendo gemelos -respondió con una sonrisa
que solo lograba irritar a su hermano,
el cual se sentía burlado.
-
Veamos; ¿Cómo te lo explico Gastón? ¿Con dibujitos?
- Ya deja las rabietas
y dime a que te refieres Paul. Explícame eso de lo divino y lo humano.
- Bien -exhaló
Paul resignado-, te decía que la gran
mayoría de la gente busca a Dios, o a Alah,
o a Buda, o cualquier otra divinidad que se te pueda ocurrir para escapar de su realidad. Buscan la manera de
impermeabilizarse de lo que sienten, o de lo que podrían sentir. Pero dime una cosa. ¿Qué sentido
tiene eso?
- Sigo sin entender.
- Te lo dije, eres
lento.
-
Tú eres escueto.
- Dime, ¿Te parece
sensato cerrar los ojos a lo que pasa a tu alrededor? La vida a veces es como un perro que te arrincona, dispuesta
a morderte, y a morderte con ganas. ¿Cerrarías tú
los ojos si un perro rabioso te acorrala en un rincón? Y mientras le hablas al
aire y esperas que alguien que no
sabes si realmente existe o no te rescate.
- No lo creo -contestó
Gastón pensativo.
- Por supuesto que
no, serías idiota si lo hicieras.
- Entonces; ¿No
crees que sea buena idea lo de la misa?
- Puedes
organizarla si quieres, pero te garantizo que no va a cambiar nada.
- Entiendo; pero…
¿Qué otra cosa puedo hacer?
- Cruza los dedos
para que el doctor no meta la pata. Es lo que yo haré.
- ¿Irás a verla?
- Claro, es mi
madre. Sólo avísame cuando la internen.
- Lo haré.
- Bien, debo irme,
la catequesis empieza en veinte minutos.
- Está bien, un
placer como siempre padre -concluyó Gastón mientras le tendía la mano.
- Sabes que odio
que me llamen así -replicó Paul con el ceño fruncido.
Gastón no dijo
más, aunque si dejo escapar una corta pero sonora carcajada que atrajo hacia
ellos la atención de todos en la cafetería, mientras su hermano se retiraba, no
sin antes hacerse una señal con el dedo medio.