lunes, 22 de julio de 2013

Tertulias

I. Los demonios de cada quien…


   - ¿Y bien?

   - ¿Y bien qué?

   - ¿Qué opinas?

   - ¿Realmente quieres saberlo?

   - ¿Porqué te lo preguntaría si no?

   - Está bien, te diré lo que pienso -dijo el hombre de camisa negra antes de tomar otro sorbo de café y luego continuó- , la verdad pienso que es una tontería.

   - ¿Porqué? -contestó atónito su interlocutor mientras se acomodaba las gafas.

   - Es muy simple en realidad, en los momentos que describes es cuando la mayoría ora, busca lo divino.

   - ¿Y eso que tiene de malo?

   - Que son precisamente los momentos para ser más humanos.

   - ¿A qué te refieres?

   - ¡Vaya que eres lento! -exclamó con un marcado tono de frustración y empinó nuevamente su tasa- ¿Cómo es que no has entendido? A veces me pregunto si realmente somos hermanos.
               
   - Es difícil de creer que lo dudes; sobre todo siendo gemelos -respondió con una sonrisa que solo lograba irritar a su hermano, el cual se sentía burlado.
                
   - Veamos; ¿Cómo te lo explico Gastón? ¿Con dibujitos?

   - Ya deja las rabietas y dime a que te refieres Paul. Explícame eso de lo divino y lo humano.

   - Bien -exhaló Paul resignado-, te decía que la gran mayoría de la gente busca a Dios, o a Alah, o a Buda, o cualquier otra divinidad que se te pueda ocurrir para escapar de su realidad. Buscan la manera de impermeabilizarse de lo que sienten, o de lo que podrían sentir. Pero dime una cosa. ¿Qué sentido tiene eso?
                
   - Sigo sin entender.
                
   - Te lo dije, eres lento.
               
   - Tú eres escueto.
   
   - Dime, ¿Te parece sensato cerrar los ojos a lo que pasa a tu alrededor? La vida a veces es como un perro que te arrincona, dispuesta a morderte, y a morderte con ganas. ¿Cerrarías tú los ojos si un perro rabioso te acorrala en un rincón? Y mientras le hablas al aire y esperas que alguien que no sabes si realmente existe o no te rescate.
                
   - No lo creo -contestó Gastón pensativo.
                
   - Por supuesto que no, serías idiota si lo hicieras.
                
   - Entonces; ¿No crees que sea buena idea lo de la misa?
                
   - Puedes organizarla si quieres, pero te garantizo que no va a cambiar nada.
                
   - Entiendo; pero… ¿Qué otra cosa puedo hacer?
                
   - Cruza los dedos para que el doctor no meta la pata. Es lo que yo haré.
                
   - ¿Irás a verla?
                
   - Claro, es mi madre. Sólo avísame cuando la internen.
                
   - Lo haré.
                
   - Bien, debo irme, la catequesis empieza en veinte minutos.
                
   - Está bien, un placer como siempre padre -concluyó Gastón mientras le tendía la mano.
                
   - Sabes que odio que me llamen así -replicó Paul con el ceño fruncido.

                
Gastón no dijo más, aunque si dejo escapar una corta pero sonora carcajada que atrajo hacia ellos la atención de todos en la cafetería, mientras su hermano se retiraba, no sin antes hacerse una señal con el dedo medio. 

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